Los aficionados más adinerados llegaban a los campos donde se llevaban a cabo competencias; con sus coches clásicos y los menos pudientes se valían de las tan útiles bicicletas. También había quienes iban en moto, por supuesto. Hace cien años las motos de carreras todavía se parecían más a bicicletas con motor que a motos propiamente dicho. Para que arrancasen hacía falta empujarlas, ahí estaban los valientes compañeros de equipo detrás de los pilotos, que a veces se quedaban en mitad de la pista mientras que las demás motos aceleraban a una considerable velocidad.
Sorprende ver cómo los pilotos llevaban poca o ninguna protección. Los más preocupados corrían con un casco de cuero y unas gafas, pero había quienes lo hacían con un simple gorro de lana y un jersey, con un calzado y un pantalón de calle, como si después fuesen a entrar a trabajar a alguna fábrica.
Sorprende ver cómo los pilotos llevaban poca o ninguna protección. Los más preocupados corrían con un casco de cuero y unas gafas, pero había quienes lo hacían con un simple gorro de lana y un jersey, con un calzado y un pantalón de calle, como si después fuesen a entrar a trabajar a alguna fábrica.
La seguridad, sin duda, no era el punto fuerte en aquella época. Ni los pilotos ni el público eran conscientes del riesgo que corrían.
Las motos que competían lo hacían sin ningún tipo de carenado. Aún quedaba mucho por hacer en esa época, no solo en el tema de la seguridad, sino también en el estudio de la aerodinámica en las monturas.