En las vastas y polvorientas rutas del suroeste estadounidense, pocos nombres han dejado una huella tan entrañable como la de John McCown y su inseparable compañero de cuatro patas, Kookie.
John McCown, de profesión carnicero y apasionado motociclista, no solo se destacaba por su habilidad sobre dos ruedas, sino por su estilo inconfundible: corría acompañado de su perro mestizo, Kookie, quien viajaba firme sobre el tanque de la moto, justo frente al manillar. Con una alfombra adaptada para darle estabilidad, Kookie se convirtió en copiloto y símbolo de las competencias off-road de los años 70.

Juntos participaron en más de 300 carreras. Lejos de ser un mero pasajero, Kookie desarrolló una sensibilidad sorprendente al terreno. Era capaz de anticipar los cambios en la superficie del desierto, ajustando su postura instintivamente: si el camino se volvía inestable, se echaba hacia atrás; si el terreno era firme, se incorporaba con confianza. McCown aseguraba que, en más de una ocasión, el perro le advertía de peligros antes de que él mismo los detectara.
Su fama trascendió el ámbito de las competencias. Aparecieron en el clásico documental “On Any Sunday”, y Kookie se convirtió en protagonista de libros infantiles, encantando al público con su historia real. Ya en su vejez, el perro se retiró con honores de las pistas y vivió hasta los 16 años. Incluso tuvo descendencia, entre ellos Kookie Jr., quien también compartió aventuras junto a McCown.

La dupla fue reconocida oficialmente en 2021 con su ingreso al Hot Shoe Hall of Fame, cementando su lugar como íconos del motociclismo estadounidense.
John McCown falleció en 2011, pero su legado y la imagen de Kookie con las orejas al viento siguen vivas en la memoria de quienes alguna vez los vieron correr. Más que una curiosidad del motociclismo, su historia es una oda a la lealtad, la pasión y la libertad de la carretera.