El casco tiene sus orígenes a finales del siglo XIX, por el año 1885, cuando el ingeniero Gottlieb Daimer creó lo que se podría llamar el primer intento de casco. Éste consistía en una especie de capuchón de cuero que tenía dos tiras para sujetarlo a la cabeza, pero que en realidad no protegía mucho, si acaso de la picadura de uno que otro mosquito.
El primer casco auténtico se inventó en 1914. Un día un médico llamado Eric Gardner, harto de ver a pilotos de motos con lesiones y heridas en la cabeza, diseñó un casco a base de gruesas capas de lona y goma laca (una especie de resina) para proteger la cabeza de éstos. Gardner decidió presentarlo ante la ACU (Auto-Cycle Union) y decirles lo que pensaba respecto a la importancia del casco. Les sugirió que debería ser obligatorio que todos los pilotos portaran el casco, pero la respuesta de este organismo fue negativa y no hicieron caso a su propuesta.
Sin embargo Gardner no se rindió. Estaba dispuesto a demostrar la importancia de su uso. Así que se presentó en el TT de ese año con casi un centenar de cascos, los cuales repartió entre algunos pilotos participantes. Fue en esa ocasión cuando se dieron cuenta de la relevancia del casco, pues un piloto que tuvo un accidente sobrevivió gracias a que usó uno de los cascos.
Semanas después el médico recibió una carta de los servicios médicos del TT en la que le comunicaban que como en ese año no habían tenido ninguna muerte por conmoción cerebral el uso del casco en la prueba pasaría a ser obligatorio. La ACU reconoció su valía y tuvo que revocar su decisión anterior.
No obstante, conforme las motos iban evolucionando y alcanzando velocidades más altas, estos cascos fueron perdiendo eficacia. En el año de 1935 tuvo lugar un trágico accidente que hizo que se repensara la necesidad de mejorar la estructura del casco para que brindara una mejor protección: Lawrence de Arabia, un arqueólogo y escritor británico que desempeñó una papel importante en la rebelión árabe, murió al tratar de esquivar a dos chicos en bici cuando iba montado en su moto.
Años más tarde se diseñó un casco que ofrecía una mayor seguridad y pronto lo comenzaron a usar los motociclistas del ejército. Este casco estaba fabricado con fibras de coco pegadas con resina y se sujetaba a la cabeza mediante dos tiras de cuero que se abrochaban por debajo de la barbilla con una hebilla; su interior estaba acolchado y traía una especie de malla interna que servía para amortiguar los golpes. De este modelo nació el primer casco fabricado en serie: el tipo Cromwell.
A partir de 1957 se estandariza la fabricación de cascos y se crea la Snell, la primera norma regulatoria para éstos. Es a partir de entonces cuando empieza a evolucionar realmente la evolución del casco. Durante estos años los cascos tipo Jet son los más usados. A diferencia de los Cromwell, éstos cubren las orejas y la nuca, dejando la barbilla al descubierto.
Fue hasta el año 1963 que surgió el primer casco integral, el Bell Star. Éste ofrecía una mayor protección pues estaba fabricado en fibra de vidrio y tenía un interior acolchado en poliestireno. En 1973 se volvió obligatorio que los civiles motociclistas usaran el casco.
Si un casco fue especialmente recordado en la década de los setenta fue el AGV de Barry Sheene, pues este piloto le hizo un agujero en el mentón para poder fumar en las parrillas de salida antes de las carreras.
Hoy en día los cascos que utilizan los motociclistas no tienen nada que ver con los de principios del siglo XX, pues ahora son más ligeros, resistentes y su interior resulta mucho más confortable.
No hay duda de que la historia del casco pasará todavía por muchas mejoras, y por supuesto que estaremos al tanto para dártelas a conocer