Se trata de la legendaria Confederate, ahora Curtiss Motorcycles, una marca que no fabrica motos, sino auténticas obras de ingeniería y diseño.
No es una moto cualquiera. Hablamos de una escultura en aluminio mecanizado que late con un poderoso motor V-Twin y que, además, forma parte de la exclusiva colección de Brad Pitt. Se trata de la legendaria Confederate —ahora Curtiss Motorcycles—, una marca que no fabrica motos, sino auténticas obras de ingeniería y diseño.
Nacida en Luisiana, esta firma rompió todos los moldes desde finales de los 90 con creaciones tan extremas como la Hellcat o la P51 Combat Fighter, que incluso tuvo un papel estelar en Transformers: El Último Caballero. Cada modelo es un ejercicio de rebeldía estética y técnica: bastidores de aluminio aeroespacial, suspensiones experimentales, brazos de carbono, depósitos ocultos en el chasis y motores S&S que superan los 2.100 cc y los 200 CV.

El resultado son piezas radicales, exclusivas y limitadas: la P51 Combat Fighter, por ejemplo, se lanzó en apenas 66 unidades, cada una con un precio de 135,000 dólares, agotadas antes de salir oficialmente al mercado. No es de extrañar que actores como Brad Pitt o Tom Cruise hayan convertido estas máquinas en parte esencial de sus garajes.
La Confederate —o Curtiss— no busca agradar a las masas. Su misión es clara: fascinar a unos pocos con la mezcla perfecta de arte y velocidad. No son simples motos, son declaraciones de estilo y poder, vehículos que parecen flotar en parado y rugir con la fiereza de un prototipo futurista.
Al final, lo que estas motocicletas representan va más allá de la ingeniería o la estética. Son un recordatorio de que el motociclismo también puede ser arte funcional. Y cuando Brad Pitt se sube a una de ellas, no es para dar un paseo, es para recordarle al mundo que, en su garaje, la velocidad tiene alma.